Cesar Prieto nos regala una maravillosa crítica del disco "La niña y el grillo en un barquito", publicada hoy en el diario musical efe eme:
Magín Blanco
“La niña y el grillo en un barquito”
(Sueños del Gatipedro)
Texto: CÉSAR PRIETO.
Magín Blanco es un músico del oriente orensano que a finales de los
ochenta desplegó una corta pero jugosa carrera con La Rosa, un grupo de pop
melancólico y enérgico, que tras ello abordó una carrera en solitario que ha
dado discos desconocidos pero maravillosos y que en ese momento en que los
seres humanos llegamos a atisbar nuestras posibilidades reales y a enfocarlas
bien, sufrió un accidente que le imposibilito para tocar la guitarra. Alguien
sin coraje hubiera abandonado, pero desde luego Magín no; Magín siguió y dio a
la luz si no su mejor disco, si un disco que cambiaba trayectorias y
planteamientos, un disco de un evocador optimismo y una dulzura melódica
inusual del que ya dimos cuenta aquí. Eso sí, “A nena e o grilo” era una
colección de canciones talladas desde parámetros infantiles. Pero qué
canciones.
Muy a principios de 2013 apareció una continuación que añadía a su antecesor
un libro cuidadosamente editado que desarrollaba una historia en que esa niña y
su grillo se desplazaban en un pequeño barco para contemplar el mundo, una
serie de cuentos – escenas tramadas con brevedad– y unas actividades daban
contenido a lo que se ha convertido en un espectáculo teatral de eficiente
modestia y bellísimos resultados. Recién ha salido la traslación de todo ello
al castellano bajo el título de “La niña y el grillo en un barquito”.
Detengámonos aquí, vamos a ir a por las canciones.
Básicamente son pruebas irrefutables de cómo se puede adaptar todo el imaginario del pop al ámbito de ingenuidad y
sencillez de los niños. Se concentra este espíritu en la
deliciosa fábula que nos presenta a un dragón enamorado del rock and roll –o lo
que es lo mismo, ‘Roncanrol dragón’– que aparece en el escenario para integrar
en su canto desde ‘Spanish bombs’ hasta ‘Sugar sugar’, desde ‘Forever young’
hasta ‘Be boop a lula’. El bestiario infantil continúa en ‘La hormiga Luna’,
con lobos buenos, insectos insomnes y cerditos en bicicleta, pero todo ello se
ve acompañado de coros y palmas que convierten la canción en un emocionante
crescendo.
Las figuras humanas no son menos afines a los cuentos, personajes
estrafalarios como el bibliotecario don Ramón, que defiende el poder de la imaginación
o la inocente María, que busca la poesía en la naturaleza y da lugar a una
canción envolvente, amplia, que aplica resultados de los Beach Boys al mundo de
la infancia. También se deslizan, aparte del mundo del pop, texturas más
tradicionales, así explota el acordeón que carga el ritmo de polka vaquera en
la única canción en inglés –‘Happy’– o ese ‘Tris tras tres’ en el que un arpa
logra llenar toda la canción de sabor atlántico, de sal y lirismo.
Aún deberíamos destacar otra maravilla en este apasionante viaje por
imágenes que se sostienen en la claridad y la exquisitez sonora, hemos de
fijarnos en ‘Boga. Boga’, en el temblor humilde de la voz que parece acariciar
al oído, en la mágica inocencia que siembra ese violín que va apuntalando
esencias de imaginación. Que la edición del libro, las historias y las
ilustraciones sean de un preciosismo modélico o que Segundo Grandío, de Siniestro Total, o Uxía participen en el disco
no debe hacernos olvidar la mayor, que estamos ante una colección de emocionantes,
impolutas canciones.
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